Desnudo

Desnudo
Pintura de Carlos A. Díaz Barrios

lunes, 16 de marzo de 2015

Sacrificio

Escuchamos hablar del sacrificio como un melisma que se acomoda en el canto de la ballena. No como el rotundo fin del camino buscado. 
Las voces que se enclaustran en las metas del triunfo común, se vuelven inmunes al sacrificio. El castigo que conlleva aceptar el sacrificio, por lo menos en el contubernio social descalifica al logro.
¿No son acaso más libres quienes aceptan que el lugar que se busca es el sentido contrario al que se dirige la multitud?
Y la libertad solo la disfrutan quienes se sacrifican.
No se trata de adoptar el perfil de mártir. Más bien es entrar a la jaula para valorar el vuelo. Las notas que desatinan en la partitura son las que ayudan a forjar al músico verdadero. Al fin y al cabo todos vivimos dentro de una jaula.

viernes, 12 de julio de 2013

Sobre el best seller


La literatura no es un best seller o la fama consecuente, no es un autor que empieza a llenar los estantes aprovechando su éxito, que jamás será garantía de calidad. La literatura es en general la antítesis de un best seller, porque los libros que valen la pena padecen los estragos de una sociedad renuente a la estrategia de la sugerencia.
Saber escribir es ante todo una posibilidad. Esa posibilidad es la diferencia entre ganar mucho y dar al lector lo que pide o escribir porque se debe escribir. No se puede evadir una realidad evidente, muchos escritores han muerto y seguirán haciéndolo sin ver siquiera un libro publicado, algunos sin conocer a sus adeptos, muchos sin siquiera lo elemental para sobrevivir, por lo que lo tengo que decir, es una pena que lectores se sigan perdiendo en el barullo del lucro, en portadas atractivas o en modas absurdas.
La verdadera literatura no te dice todo, te encamina para que crezcas a su lado. Te golpea para que sufras la transformación del golpe. Te sugiere, ante todo, te sugiere, te platica, te revienta la burbuja del decoro, te pone el hombro en el pecho para que te incomodes, te conmueve en la franqueza, puede acusarte y dictar sentencia, pero jamás te dirá qué es el sexo, porque eso ya lo sabes, te tomará por los ojos y te erotizará, no confundamos.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Presentación Fuácata



............................................Invitación..............................................

Jueves 27 de septiembre 19:00 hrs.
Gandhi, Miguel Ángel de Quevedo 121,
Col. Hacienda de Guadalupe, Chimalistac,
México, D.F.

jueves, 2 de junio de 2011

Poesía de Raúl Ortega, del libro Sin grasa y con arena.


Canciones desde el páramo

Cuando sabes que eres anormal nunca pretendas ser como los otros. Tienes que seguir viviendo como el monstruo que eres. Olvídate del árbol, del hijo, mucho menos de tocar en la luz y que te abra una mujer, y ni pensar en escribir el libro.
Hazle el manicuro a tus garras; cuida tu pedazo de luna sin el ojo y el gato en el portal; tu estrella de relámpago, tu amanecer de noche. Vomita sin salpicar a nadie. No hagas como los otros: caza sólo para comer. Mientras seas auténtico te mantendrás a salvo y tu colmillo brillará sin la sombra del odio.

Arte poética
Si el hombre huele a mierda, la poesía tiene que tener un olor diferente porque el hombre y la poesía se odian como dos boxeadores, o como ese rencor que se cocina dentro de un hermano contra el hermano mayor que le quitó la novia. La poesía, repito, huele a lo que sale cuando partimos un pedazo de luz por la mitad, quiero decir que huele a mar, y el mar huele como el blúmer que acaba de quitarse una muchacha en cualquier esquina de lo que fue mi barrio. 

La familia
Si mi hija de un año no durmiera sobre mí como si descansara sobre un parque de diversiones; si la caricia de su madre a mi lado no enroscara sus piernas con la mías, estoy seguro que ya me hubiese puesto un chaleco cargado de explosivos, para ponerme a bailar en medio de un mercado.
Hoy por hoy trabajo de mozo de limpieza en una fábrica de caramelos, y cuando hablo sobre el dueño le digo míster William

Sin grasa y con arena
En cuanto uno aterriza con la idea del sueño ―aunque eso de aterrizar no sea más que un eufemismo― ya te están esperando para ponerte en cuatro patas, hasta que todos miren por el ojo de atrás y se te vea la garganta, la desnudez del grito. Más tarde, cada uno por su lado ―sin excepción repito― se encargan de esconder cada gota de grasa (hablo de la esperanza) para que ni pienses que podrás resbalar sobre un solo minuto de la vida.
Y con un trozo de madera que mojan una y otra vez en el cinismo, y una y otra vez restriegan en un montón de arena (que tienen preparado en una de sus playas), te atraviesan con saña, como si estuvieran limpiando la boca de un cañón.
Poco importa si gritas o te quedas callado. Se trata de empujarte a comprar la pistola para que termines disparando contra ellos en medio de un mercado y se te cumpla el sueño.

Miami y julio y 2006
 
La sabia ley de este país
Es obligado por la ley que le pongas un seguro a tu carro. A la ley le importa un pepino si le pones un seguro a tu carne. La ley sabe que la carne se pudre junto con los pelos y las uñas, y el plástico del carro no es biodegradable. Cuidemos al planeta, afirma bien la ley. Es necesario que el excremento abunde para fertilizar la tierra. Hay que cuidar los autos, un símbolo de nuestra inteligencia. Los dientes que la risa tenía, las vísceras, los tubos que entran y salen del corazón son lo de menos.

El paseo
He subido hasta aquí para asomarme al mundo.
Coño, qué lindo: todos tienen un bate en la mano.
Todos juegan.
La gente juega al béisbol con la cabeza de la gente.

Sobre el miedo
Algunos de estos días también se acabarán el agua, el petróleo, el oxígeno…, de la misma manera que se extinguió el abrazo, la mirada sin odio. Pero el miedo, el miedo seguirá siendo nuestro perro más fiel, dormitando a los pies de su casa que es la casa de los que tienen casa o un techo a la intemperie. Y entonces sólo nos queda acariciarlo como si fuera el rostro de la persona que nos abandonó, o una palabra que quiso balbucear lo que no fuimos, y aterrizó con asma y algunos salideros por donde escapa lo que nunca tuvimos; una palabra con escalofrío; una palabra sorda, que aborta a nuestros hijos mientras ríe sentada en el borde de la ventana de un noveno piso.
Mas el miedo también podemos masticarlo, así, con disimulo, como si fuera un chicle que sabe a la resignación, y después, con el permiso del nudo en la garganta, mandarlo para abajo; más tarde defecarlo, taparlo con las patas como hacen los gatos y continuar el camino como si de verdad fuéramos el hombre, y no este animal que eternamente huye, espantado por la herida que él mismo se obsequió con el orgullo que da la inteligencia.

Higiene bucal o Caperucita Roja de la mano del lobo mientras lo acompaña al dentista
Qué alegría saber que la patria es un negocio, o una perra sarnosa a la cual se le da una patada, y ella mueve la cola agradecida; o una palabra con ladillas en la boca de los oportunistas, o un globo que se infla para viajar en primera clase hasta el pueblecito de los que tienen casa sobre los precipicios.
Qué gran tranquilidad arrojarse de cabeza en el mapa y no tener hacia dónde nadar, ni tropezarse con una boya puesta por un náufrago, o un coco seco a la deriva que te salga al encuentro sin decirte su nombre.
Y qué orgullo cuando busqué en mí mismo, e introduje la mano hasta ese agujero donde dicen que se esconde la rata que es el alma, y disfruté de un lindo viaje por las alcantarillas.
Desde entonces me levanto temprano y beso a mi mujer, y ella me dice, sonriendo, que ya no tengo en la boca ningún sabor que le recuerde la amargura.

Pandeodio
Mi rabia contra el mundo no está justificada; sí, la que siento por aceptar que soy un hombre. Me gustaría ser un inodoro, un taladro, un seno, al menos serviría para algo. Pero montado en mis dos patas, delatando qué soy, metido en este molde de vergüenza, ¿a dónde voy a ir para que no me alcance el latigazo que da el odio?

El caníbal se llama José
No es el pobre diablo en taparrabos que vive en el trozo de selva que mañana le van a quitar para construir el condominio de lujo. Tampoco te matará con una lanza de madera en nombre de su hambre y sus dioses sin rostro, ni tus miembros terminarán hirviendo sobre un fuego que desconoce la sal y las especias.
No.
El caníbal se llama José. Vive en el departamento de arriba o abajo (o habita en el penthouse o en la casa de enfrente), y su arma es el saludo que te niega en las mañanas, o ya estudió en Harvard una carrera que lo capacitó para descuartizarte con la sonrisa que guarda en la corbata.


Sobre la poesía de Raúl Ortega
 Por Juana Amada
Raúl es un poeta hiperestésico, sufre por la decadencia del espíritu. Su expresión es buida y su discurso apasionado. Reconoce en la realidad toda la podredumbre, sobre todo porque siempre está dispuesto a sentir, a ver a padecer. 

Su herida lo precede, y aunque muchos lo confundan con un ser de aversión al mundo, sólo dice lo que sus ojos ven, verdades que incomodan por su desaliento y su reveladora pobreza, incluso hay quienes puedan mencionar perversión entre sus versos, pero Kraus lo explica mejor que nadie toda depravación de la palabra permite reconocer la depravación del mundo, Raúl como él no soporta la agonía del lenguaje que se vive, y que especialmente en Estados Unidos se padece con la invasión latina que ha derivado en un newspeak (me permito utilizar un término de Rafael Cadenas por considerarlo exacto a la ocasión), una nueva forma de hablar, espanglish le llaman algunos, etapa de la que no saldrá bien librado el lenguaje. 

El habla y el pensamiento están unidos, y el resultado de ambos es el actuar; una sociedad que habla mal no puede pensar bien y tampoco puede ejecutar actos que enaltezcan su espíritu, esta es la sociedad a la que reclama. Me refiero a Estados Unidos (particularmente Miami) porque es en medio de todo ese progreso material, donde Raúl se encuentra cara a cara con el inicio del cumplimiento de las profecías sobre la autodestrucción del hombre, encuentra lo que no quiere encontrar, ve disolverse entre lo material la vida interior, y enfrenta porque sabe que es el precio que el hombre ha querido pagar para descansar de su lucha; le representa un acuerdo que critica y desaprueba, una abdicación por la comodidad del cuerpo y lo demás una representación para ocultar el escamoteo de lo íntimo e insustituible. 

Raúl no tiene epígonos, especifico que no los tiene en las corrientes de estos últimos años, aunque sí tiene influencias y también admiración por los grandes escritores, algunos incluso que no fueron reconocidos en su medida real o despreciados en su época y aún hasta nuestros días. Como Raúl dice, sus novelas son un homenaje al lenguaje, y es éste su prístina obsesión.


Ficha bibliográfica

Raúl Ortega Alfonso, La Habana, Cuba, 1960. Ciudadano mexicano por naturalización, país donde reside. Publicación del poemario Las mujeres fabrican a los locos, Editorial Abril, La Habana, Cuba, 1992. Colaborador de la sección “Noterótica” de la edición Mexicana de Playboy, 1996, México, D.F. Columnista del suplemento cultural Sábado, del periódico UnomásUno, México, D.F., 1997-1998. Publicación del libro-objeto de poemas y grabados Desde una isla, en colaboración con el pintor Carlos Alberto García 1997, México, D.F. Publicación del poemario Acta común de nacimiento, Editorial Praxis, México, D.F., 1998. Publicación del poemario Con mi voz de mujer, Editorial Arlequín, Fonca, Guadalajara, México, 1998. Segunda edición del poemario Las mujeres fabrican a los locos, Editorial Praxis, México, D.F., 2003. Publicación del poemario La memoria de queso, Editorial La Torre de Papel, Miami, Florida, 2006. Publicación del poemario Sin grasa y con arena, Editorial Velámenes, West Palm Beach, Florida, 2011.